lunes, mayo 01, 2006

Intercambio


El día de hoy Carlos y yo intercambiamos el clásico cafecito con puchito más y una pizza de jamón y hongos por 2 tazas de chocolates caliente y hartos antibióticos. La pizza fue ceteris paribus.
Para quienes no conocen a Carlos, les cuento que es amigo mío desde el día que llegó tardísimo a su práctica de matemáticas en la PUCP y como me vió cara de chancona me preguntó en qué salón era. Desde ahí, y tras muchas conversaciones filosóficas en Mesa de Partes, eternos viajes en el Daewoo (toooodo JavierPradoLaMarinaPershing, Universitaria-'iversitaria), unas cuantas chelas en el Hueco Verde y sinceridades honestas en los momentos más duros, no lo puedo separar de mi. Y no quiero, tampoco. Carlos, aparte de mi amigo, es mi traductor oficial en el tema "hombres", mi consejero más tajante, mi risa en los momentos tristes, mi apoyo en los momentos cojos. Mi hermano.
De un tiempo acá (coincidentemente, después de terminar con Christian), Carlos se convirtió en la figura masculina con forma de amigo que me hacía falta en un momento de vacío. Carlos pasó por una ruptura bastante tormentosa hace menos de un año, por lo que nuestras últimas conversaciones suelen girar mucho alrededor del tema del amor, el sexo, los enamoramientos, la estupidez de la gente y nuestras propias estupideces que juntas, crecen de manera exponencial.
De un tiempo acá los domingos en la noche son sinónimo de cafecito y película (la mayoría de veces, película mala). Con contadas excepciones hemos faltado a nuestra regla dominical, la mayoría de veces por exceso de cansancio después de mucha juerga (evidencia: semana santa) o, como esta semana, por exceso de bacterias en nuestro organismo. Pero aprovechando el feriado, nos tomamos el cafecito hoy. Claro que, como indiqué al principio, hubo un intercambio: no café, no puchos, no chelas. Solo conversación. Y cómo la disfruté. Hoy me sentí más cercana a él que nunca. Tal vez haya un efecto secundario en nuestros antibióticos que nos ha hecho abrirnos un poquito más y ser menos cínicos, menos neuróticos, y más amigos que nunca. A pesar de que la salida fue corta, la satisfacción fue inmensa. Y es que, como él mismo me dijo hace casi 8 años, hay amigos para pasar los días y hay los especiales, que son para pasar la vida. Y hasta ahora mi vida junto a Carlos ha sido espléndida.
(Y recuerda Cali que si llegamos solteros y sin compromiso a los 32 años, nuestra misión evangelizadora es casarnos para procrear muchos hijos que hereden mi fabulosa neurosis y tu exquisita paranoia.)

2 comentarios:

rodrigo dijo...

Que hermosa amistad. Me resulta emocionante como es que encontramos en el transcuro de nuestras vidas personas a las que se nos es imposible si quiera imaginar ausentes. Suelen ser pocas pero es mucho más que suficinete y enriquecedor. Salud por los buenos y más que especiales amigos

Anónimo dijo...

Sabes Mariella yo también tengo un amigo que cuando lleguemos a los 60 o 1000 tenemos la "misión evangelizadora" de quedarnos juntos ya no para procrear maravillas, pero si para cuidarnos y conversar hasta el fin, pero lo más lindo de todo es que TAMBIEN se llama Carlos:)