Corazón que no siente

Tengo que dormir en la comodidad total.
Cuando estoy metida en la cama, todo tiene que estar perfecto: las sábanas suavecitas y hasta la altura correcta, la piyama perfectamente colocada (con las medias encima del pantalón) el brazo izquierdo bajo la barriga y el derecho abrazando a la señora vaca. todas mis almohadas amontonadas a un lado, la luz apagada y las persianas cerradísimas. Todo tiene que estar perfecto porque es en esas situaciones en que me doy cuenta de cualquier cosa pequeña que me pueda estar molestando.
Si me olvidé de quitarme los aretes, puedo sentirlos perforando mis orejas y mi atención solo se concentra en ese pequeñísimo e insignificante dolor del metal contra la piel. Si me olvidé de poner las medias sobre el pantalón de la piyama, puedo sentir el frío colándose y la incomodidad del pantalón enroscándose lentamente hacia arriba. Por alguna razón, mi cabeza hace un zoom mental hacia cosas insignificantes y las hace gigantes, magnánimas. Aunque no sean nada. Y tengo que pararme y quitarme los aretes o arreglarme las medias.
A veces soy así también cuando estoy despierta. El mundo puede estar perfecto, pero mi mente se suele enfocar en molestias insignificantes y las agranda hasta volverlas gigantes. Y les da vueltas y vueltas. Y es terrible, porque no puedo arreglarlas tan fácilmente como puedo con mis molestias nocturnas.
Tal vez deba aprender a dormir con aretes más seguido y dejar que el frío se cuele por mi pantalón... Tal vez así deje de hacer zooms mentales y me quede feliz viendo el mundo con un gran angular.