domingo, junio 11, 2006

Cat Lady

Suelo pensar poco en el futuro a largo plazo. No le temo a la vejez porque no pienso en ella, aunque una que otra vez he pensado en como seré yo de vieja. Me imagino canosa, gorda y adorable: todas las viejas en mi familia son canosas y adorables por genética; la gordura es mi aporte personal. Sin embargo, nunca he profundizado más allá del aspecto personal. ¿Seré sabia o me faltará aún por aprender? ¿Estaré arrodillada, arreglando el jardín, o estaré recostada y enferma en una cama? ¿Estaré sola o acompañada, rodeada de gatos o de gente?
Hoy estaba atardeciendo cuando decidí que, a falta de un Cosmopolitan en copa, podría arreglármelas con una Cosmopolitan en papel couché. Me puse una casaca sobre la piyama y me dirigí a Metro. A la salida, me encontré con un gato.
Me miró. Lo miré.
Después del intercambio de miradas apuré el paso, pues hacía frío y se hacía de noche. A los pocos pasos me di cuenta que no estaba sola: el gato me seguía. ¿De cuando acá un gato sigue a un completo extraño? En fin. Apuré más el paso, y el gato lo apuró aún más y se paró delante de mí. Cruzamos miradas de nuevo.
Era grande, gordo y gris. Tenía unos ojos inmensos que me hacían toda clase de preguntas que yo no supe responder. Intimidada, crucé la pista y el gato la cruzó conmigo. Doblé en la esquina y el gato la dobló a mi lado. Me sentí interrogada en el alma y me senté en la calle Los Halcones. El gato trepó al murito que utilicé de banca y se sentó a mi lado. Y me miró con ojos que descubrí celestes en ese momento y que me contaron una infinidad de historias maravillosas. Nos quedamos en silencio por largos minutos.
Antes de irnos, le acaricié las orejas y me lamió la mano, maullando tiernamente. Nunca he sido buena con los animales, pero este gato me robó el corazón, y por lo visto, me robé el suyo. Brincó, me paré, y nos fuimos cada uno a su casa.
Ya no me atemoriza convertirme en una cat lady. Por alguna razón, encontré las respuestas a mi vejez en un gato gordo y acosador. Y me gustaron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fantástico