lunes, septiembre 04, 2006

God Save The E-Mail

El e-mail es el invento más maravilloso del planeta.
No tienes que escribir una larga perorata con introducción, medio y final; si no pones tildes nadie te pega, lo puedes escribir en cortos minutos y llega a su destinatario en cuestión de segundos.
Hace diez años, o menos, el panorama era otro.
Durante la secundaria mantuve correspondencia con Virpi, una chica finlandesa con la que no tenía nada en común salvo la edad y la aversión por el pelo corto. Mientras ella, a los trece, se besuqueaba con su novio punk escuchando a los precursores de Lordi, yo... bueno, yo estaba acá en Lima siendo una reverenda lornaza.
En fin. Fue en ese momento que descubrí que el correo limeño era de una estirpe fantástica, como los Buendía, y como ellos, debía morir.
“Señora, una carta a Finlandia, por favor.”
“La tarifa para Estados Unidos es de tres soles treinta.”
“A FINLANDIA, por favor.”
“A ver.... ya pues! Filadelfia! Tres soles treinta, hija.”
“Señora, Finlandia queda en Europa!”
“Ah si? Y para donde?"
“Para el Norte.”
“Ah sí??? Qué frio, hija!”
Y así durante tres largos años, hasta los dieciséis. Presumo que fue una de estas señoras del correo quienes perdieron mi última carta a Virpi, antes de perder contacto por completo. A veces me pregunto qué será de ella. Me la imagino como Penny Lane en "Almost Famous", una bellísima groupie.
Cuanto tenía veinte el e-mail ya estaba en todo su apogeo, pero el correo tradicional no había muerto del todo aún. Un tigrillo de aquel entonces (llamémosle "El Aviador", para sonar peliculescos) se fue a vivir seis meses a Chiclayo a completar sus horas de vuelo para sacar su licencia de piloto, y durante esos seis meses nos enviamos candentes cartas escritas a mano. Recibirlas era genial pues las leía con secreta arrechura, pero enviarlas era un infierno.
“Señora, una carta a Chiclayo, por favor.”
“La tarifa para Estados Unidos es de tres soles treinta.”
“A CHICLAYO, por favor.”
“Chicago, Illinois por supuesto! Tres soles treinta. "
“Chiclayo. Aquí en Perú!”
“Ah, Chiclayo, al norte... calorcito, no?
Son esas razones por las cuales adoro el e-mail. Nada de intermediarios, solo tú y yo y todo el texto megamañoso que querramos escribir.
A pesar de esto, a veces extraño las cartas escritas a mano y en papel. Tienen un je ne sais quoi tan personal que puede arrancar una sonrisa tan grande que ni diez e-mails lograrían. Me gustaría recibir una carta a mano uno de estos días. Sería un regalo estupendo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi adolescencia he mandado algunas cartas de "las de antes", pero en verdad no las extraño. El e-mail es mucho más práctico (aunque más impersonal, tal vez por eso me gusta). Eso si, me llega que a veces lo único que mande la gente sean cadenas y forwards.

viajera dijo...

Me encantó tu post. En realidad todo tu blog está muy simpático. Seguiré visitando :)

Sobre el tema, el e-mail es el mejor invento de todos los tiempos. Yo era gran usuaria del correo tradicional en aquellas épocas. El e-mail me ha salvado de la banca rota. Pero entiendo cuando dices que las cartas-cartas tienen ese no sé qué.

F dijo...

tiene razon la chica de 'arriba'.
like it.

lo unico malo de los email son los spams (como este)

Anónimo dijo...

Qué será de mi amigo Salvatore de Argentina!! buuu!