Cáminábamos por Las Begonias a paso apurado. Yo, con mis billones de bolsas con compras (así es, señoras y señores, soy una shopaholic), Pili rezagada a dos pasos tras mío. De pronto Pili exclamó:
"Ya no puedo más"
"¿Qué pasa?"
"Los zapatos. Ya no puedo. Ya no los soporto." Miro entonces los zapatos y eran unas preciosas botas negras con un taco asesino, delgado como un sable.
"¿Como puedes ponerte esas cosas?"
"No sé.... son tan lindos"
"¡Pero mira lo que le están haciendo a tus pies!! ¡¡Deben estar destrozados!"
"Si, pero son tan lindos...."
"Pero nada, dejas esos zapatos ya."
"Si, tienes razón. ¿Qúe hago poniendome estos zapatos?"
"Quién sabe, pero no te los pongas más, ok?"
"Ok".
Estiramos la mano y esperamos un taxi en silencio. Ambas sabíamos que a pesar de la seria conversación que tuvimos sobre sus zapatos asesinos, mañana se los iba a poner igual. Y es que yo ya había tenido antes esa conversación con Pili, solo que en vez de zapatos, hablamos de hombres.
"Ya no puedo más"
"¿Qué pasa?"
"Menganito. Ya no puedo. Ya no lo soporto."
"¿Como puedes seguir aguantándolo?"
"No sé.... es tan lindo"
"¡Pero mira lo que te está haciendo!! ¡¡Debes estar destrozada!!"
"Si, pero es tan lindo..."
"Pero nada, lo dejas a Menganito ya."
"Si, tienes razón. ¿Qúe hago saliendo con Menganito?"
"Quién sabe, pero no lo veas más, ok?"
"Ok".
Obviamente al día siguiente Pili estaría feliz con Menganito. Le dolería algo, seguro, y probablemente contaría los minutos para llegar a su casa y zafarse de él. Milagrosamente, nadie sabe cómo, al día siguiente el dolor habría sido olvidado y Menganito sería perfecto de nuevo. Como con los zapatos de tacón. Siempre nos olvidamos de cuanto duelen hasta que nos los ponemos un buen rato. El dolor de pantorrillas, los dedos aprisionados, los talones al rojo vivo, las ampollas. El dolor en el pecho, las palabras aprisionadas, la cabeza encendida y las ampollas (y callos) en el corazón.
Por eso evito los zapatos de tacón. Nada como un buen par de zapatillas con las que puedes caminar sin que te joda nada.
9 comentarios:
Zapatos de tacón olvídalo, creo que los inventó las Santa Inquisición, son tortura pero si te gusta el dolor ni modo.
Será esta la relación entre los hombres y el fetiche del zapato?... Marielilla... i think you are on to something...
bien!!
el estar comoda generalmente te indica que estas en lo correcto y pueden ser los de taco o las zapatillas. la decision es nuestra.
pero sabes que es feo? cuando con las zapatillas puestas, se te queda una piedra en el zapato... me ha pasado... :(
por supuesto... una comodidad que no funciona. es horrible.
pero, como chicas? inmediatamente sientes la piedra te sacas el zapato y la tiras....o no es así de fácil?:)
yo soy unas cómodas adidas deportivas, pero cuando me hacen daño puedo ser taco 11.
Rodrigo
Maestra Marielin eh... una analogia precisa, exquisita, tan sublime como la autora ;)
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