A diferencia de muchos, odio la tele nacional. Y es extraño, pues siendo planificadora de medios (lo soy, para quienes no lo saben) estoy sumergida en la tele nacional como un buzo en busca de extraños pescaditos en el fondo del mar. Sé todos los estrenos, sé todas las novelas, sé cuales ve la gente y cuales son una basura, sé todos los horarios, sé como evolucionan las audiencias, lo sé todo. Sé como armar una pauta para lograr óptimos niveles de alcance sin saturar a mi público objetivo, pero gracias a Dios, en las últimas semanas mi partner Luciano se ha encargado de liberarme de esa terrible tarea. Vivo para la televisión. Pero simplemente, no la veo.
Sin embargo, luego de miles y miles de horas de zappear, caí en el Francotirador, en plena entrevista con PPK. Buenísima, la verdad: quizá una de las pocas cosas rescatables de nuestra alicaída tele nacional, pues nadie puede negar que Bayly es incisivamente genial. Hubo una frase, sin embargo, que me llamó la atención: Bayly le preguntó a PPK si Jorge del Castillo se pintaba el pelo. Me pregunté ¿por qué? Y mi madre me lo dijo: "es que para Bayly, hijita, todo aquel que se pinta el pelo es un mentiroso."
Me chocó en el alma. Por breves segundos, deje de respirar. Por unos 5, dejé de parpadear. Jaime Bayly me acaba de decir en la horrorosa tele nacional, en su programa con 8 puntos de rating tanda en personas adultas (no nos engañen, Ibope, nadie se cree sus grp's en hogares más inflados que pan tolete, yo soy una fiel seguidora de los trp's medidos en personas), en su popularísimo programa de entrevistas, que soy una mentirosa. Porque yo, señoras y señores, niños y niñas, amable público espectador, me pinto el pelo.
Todo empezó como un juego al terminar el colegio. ¿Y si me pinto el pelo? Mi maravilloso pelo marrón que tiraba para rojo casi sin querer queriendo... ¿Lo cometo, o no? Lo cometí. Y me gané el apodo de Floyd por muchos años. (Para quienes no lo recuerdan, Floyd era el compañero con peluca roja de Cholín, los caimanes que perseguían a Kissifur). Luego lo dejé crecer al natural, recobrando el mismo color que siempre me gustó tanto. Hasta que en el 2001, luego de varias desazones, decepciones y demás prefijos con "d" amorosos, me desquité con mi pelo, en un afán por cambiar por dentro empezando por fuera. Primero fue un tímido naranja, luego un destellante rojo (mis amigas, al verme por primera vez de lejos, pensaba que tenía puesto un sombrero), terminando en un negro azabache que duró pocas semanas para poco a poco irse disolviendo a mi color natural. Y cuando todo el tinte sobre tinte creció, me volví rubia. Rubísima. No a los niveles Gisela Valcarcel ni nada por el estilo, pero sí rubísima. Y me fascinó.
Hace algún tiempo, sin embargo, me cansé. Y quise volver aú natural. Sin embargo, descubrí el horror: las canas. Miles de ellas, millones, encaletadas entre otros miles de pelos rubios. Horror!! Es hereditario, claro está. Está en mi destino. Así que por lo pronto, estoy en la disyuntiva entre seguir siendo una rubia mentirosa o decir la verdad con todas mis canas al aire. (Canas al aire? Oooh, me likie).
La tele nacional me ha hecho pensar mucho el día de hoy. Tal vez deba verla más a menudo. Mmmm. Nah. Voy a desempolvar mi DVD pirata de Legally Blonde y mientras infrinjo la ley siendo partícipe de la piratería, seguiré siendo feliz siendo ilegal y mentirosamente rubia, aunque tal vez esta vez vuelva al caramelo y deje el cenizo.....
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